sábado, 11 de junio de 2011

La Miseria

Por Carlos Vicente Torrealba
carlosvicentetorrealba@gmail.com
Twitter: @cartorrealba.


Lo que más me gusta del mundo es vivir a plenitud sus contradicciones, es allí donde me doy cuenta lo fascinante de ser humano. ¡Sí! Pero de ese humano que no se regocija con mísera de los seres que lo rodean al contrario, el que sabe distinguir del que te tiende la mano para ayudarte a surgir y el que te la da para hundirte.

Saben amigos, el dinero y el poder puede ser una combinación letal sobre todo en aquellos que no han podido fortalecer su espíritu y su alma. Si, el espíritu que no es lo mismo que el alma. Éste es la energía que está en cada órgano del cuerpo y que se trasforma cuando este cesa sus funciones vitales, mientras que el alma nace con nuestro primer contacto con otro igual es decir con otro ser humano, y esta puede llegar a ser tan poderosa como la de ese carpintero y orador extraordinario, que su poderosa alma separó el tiempo de la humanidad en dos: en antes y de pues de éste.

El alma es algo que muchos hombres y mujeres ingenuamente en su afán de obtener más y más poder y dinero desechan, como las bridas del caballo cuando éste ya no puede seguir en faena. Muchos de ellos poseen una vida próspera, hasta están sanos del cuerpo, ¿Pero, qué pasará con sus almas, si la mayoría de lo que obtienen ha sido sobre los cadáveres de otras almas y muchas de esta de quienes fueron sus mejores amigos?

Yo conocí a una persona aunque esta no me conoció a mí y eso que teníamos la misma edad. La de él se paró cuando cesó su vida corporal, pero viendo hace unos días uno de sus videos, me di cuenta lo terrible de su existencia. La mayoría de los seres humanos desean el éxito y con este el reconocimiento y él los tuvo, aunque tenía un sólo problema: nunca aceptó lo que en el fondo él en verdad era. Ese fue su pequeño y gran holocausto.

El no murió el día que cesaron sus funciones vitales, es más creo que murió muchos años atrás, pues cuando se veía al espejo era otro y eso debe ser una muerte angustiosa y en extremo dolorosa; acaso no hay mayor dolor que no encontrase, buscarse y estar ausente. El ya no era, no poseía un espacio.

Michael Jackson pudo cambiar su color de piel, su pelo, sus facciones, el color de los ojos, pero olvidó lo más simple, cambiar en algo su pequeña y asustadiza alma. Él tenía todo, pero en verdad no tenía nada, igual que nuestros políticos.

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