sábado, 4 de junio de 2011

El Juego de quién?



Por Carlos Vicente Torrealba
carlosvicentetorrealba@gmail.com
Twitter: @cartorrealba

¿Qué se busca en una nación que posee una tradición católica y sus santos aparecen mutilados, cercenados y profanados?. Mientras que solapadamente o estratégicamente se señale a otros grupos de corrientes cristianas que no tienen que ver para nada con la cosa. Al mismo tiempo se alienta a personas a invadir sinagogas cuando por costumbre ha existido una tolerancia religiosa en nuestra nación, ¿Quién gana en esto? Sobre todo con la degradación estructural de los espacios, el habitad, la fe y los hombres.

Sabemos que el poder ultraja al ser y este busca el poder por sobre todas las cosas. Las híperideologías como la ausencia de ellas son iguales, ya que siempre las que las portan llevarán a sus enemigos reales o imaginarios a estar fuera de sí. Pero de quienes hoy los venezolanos realmente somos enemigos y por que nos mantienen en este estado de zozobra y quienes nos están invadiendo silenciosamente amparados en nuestra espantosa docilidad e histórica irresponsabilidad señalada por el propio Miranda “este pueblo lo que le gusta es el bochinche”

El peor de los riesgos que puede padecer una nación cuando se juega con ella es la ignorancia y la incapacitación. Estas terminarán convirtiéndose en virtudes y estos nuevos virtuosos no podrán distinguir del erario y el peculio ya que estarán absortos en su propia confusión con esa mezcla de confort que no le permitirá buscar el ideal de una nación que debe ser la democracia y la eficacia. Al contrario, esta degradación sistemáticas de los valores, más la interrupción del continuo cultural añadiéndole el nuevo renacer del fanatismo político y religioso dará como resultado un nuevo profeta donde el estado es idolatría, donde no hay equilibrio y menos se buscará la libertad, la igualdad y la seguridad por que los ciudadanos o ese pueblo estará embriagado con el licor de la angustia, de las necesidades, de la escasez de su propio sobrevivir.

Una cosa es que el estado sea y pueda ser, otra que lo sea y pueda procurar el bien común. El fanatismo religioso ha traído grandes males a las naciones y el político también, pero cuando se unen ambos en un juego macabro sabemos cómo empieza las cosas pero aun más el final que siempre será como de película: todo un holocausto. ¿Quien juega hasta con nuestra fe?

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