por Carlos Vicente Torrealba
Unos alumnos de pregrado me preguntaron: ¿Cuál es la diferencia entre el deseo y el amor? ya que ambos parecieran para ellos, que están separados por una casi ilegible barrera.
Yo más bien les dije que es una cuestión de dirección, ya que para mí el deseo posee un carácter pasivo, de ahí es el por qué de lo que deseamos, ¡al desearlo! hay esa actitud de que el objeto venga hacia mí, mientras que el amor en el humano se expresa con actividad y en lugar de esperar que el objeto venga a mí, siempre soy yo que va al objeto y estoy en él y para él.
Los alumnos hicieron un silencio casi de retrospección y les dije, es que en el amor las personas salen fuera de sí. De ahí viene esa fascínate y especial entrega que suele ser la mayor acción de la naturaleza que hace para que cada humano salga de si mismo hacia el otro, no ella la mujer amada hacia mí, sino yo voy hacia ella contra todo, contra la evidencia o la posibilidad.
En el amar abandonamos la quietud que se asienta dentro de nosotros y emigramos como golondrinas virtualmente hacia el otro, de ahí que en ese constante estar emigrando es estar amando. El amor no es una acción única más bien es una corriente, una emanación continua que va del amante hacia el amado, el deseo es todo lo contrario dura tan solo el tiempo con que saciamos la sed.
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