lunes, 28 de diciembre de 2009

Sin ser Nostradamus.

No pretendo ser la criolla Adriana Azzi o el connotado Nostradamus, menos los aduladores multicolores para expresar lo interesante que va ser el año entrante. Es muy simple: hemos llegado al punto de despegar el avión o éste se estrella. Ya no hay vuelta atrás. No hay, de frenar a un pueblo a quien se le han dado las herramientas y quiere participar; en esto, también está la clase media donde sus profesionales están encerrados como en una olla de presión, y hay que tener cuidado como se destapa, ya que la hemos olvidado en el fogón de sus problemas y no hemos dado las soluciones concretas.

El año entrante va ser un buen año, con precios del petróleo fluctuando a los caprichos de los compradores y no serán los vendedores que fijen el precio. En esto hay que ser creativo y sobretodo saber invertir los recursos en los sectores productivos. No hay ya, dinero para botar en experimentos ya repetidos y con una enorme estadística de fracasos en toda Latinoamérica.

El año que viene, va ser bueno porque tendremos que aprender de una vez a ser venezolanos comprometidos con nuestra tierra, nuestra gente y nuestros auténticos ideales de libertad, que están por encima de cualquier invento social generado en los pasillos universitarios de los años 60, cuando la guerrilla en Venezuela tenía por patio de lucha, los cafetines de Plaza Venezuela y Sabana Grande y su grandes campos de acción eran los burdeles del Silencio y Chacao. Esa guerrilla que nos quiere meter el cuento de sus montañas y su lucha, cuando no pasaban de una pea de fines de semana; hoy se venden como los héroes, a costillas de un liderazgo producto de un gran esfuerzo y de un trabajo enorme como el de Hugo Chávez. Afortunadamente, el presidente se ha dado cuenta de esa otra Disneylandia, tan imperialista como la otra, pero de muy mala calidad y productividad.

El año que viene, va ser muy bueno porque vamos a saber en cuánto en verdad, estamos comprometidos con este proyecto y la ideología que se imprime en sus blasones; vamos a saber que tan rojo-rojitos somos, y eso es bueno para el país y para la revolución… si es que la hay.

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