viernes, 18 de diciembre de 2009
LOS DOS
Por Carlos Vicente Torrealba
carlosvicentetorrealba@gmail.com
Hasta hace algún tiempo llegué a pensar que las cicatrices estaban para recordar nuestra propia historia, ilógicamente casi como cargar perpetuamente nuestra propia cruz. Hoy estoy convencido que las cicatrices se forman para desaparecer. Nuestro drama, es como nos comprometemos a luchar nuestra única y real guerra que lleva por nombre la miseria de todos los niveles y de todas las formas.
Al parecer, toda nuestra historia republicana y hasta personal no ha servido para poder aun reconocer a las personas que buscan el poder tan solo por el placer de este ya sea él, errónea lucha de poder de las personas que forman una pareja o de una persona que le entreguemos la responsabilidad para dirigir una sociedad. Lo ideal seria, conseguir una metodología que permita nombrar a un gobernante a quien no quisiera serlo y tener una pareja que no quiera cuartarnos nuestra propia libertad de amarla.
Sabemos que la naturaleza nos ha hecho desiguales caprichosamente y la pareja igual como la sociedad humana, existe con el objetivo de compensar estas desigualdades y de allí que nos puede conceder accesos iguales a la propia construcción como personas para así poder vivir en busca de esa felicidad.
El único motor o fuerza de una persona no debe ser imponérsele el uno al otro, ya que sería perverso pensar que mientas mas desigualdades mas estimulante se hace el poder, ya que se domina con mayor facilidad a una ser y hasta una propia sociedad.
Lo que llamamos “angustia social” es el verdadero motor creador que nos permite no perder o vivir en vano nuestra humanidad, ya sea en pareja o en la sociedad. Los niños si saben manifestarla hasta que se la distorsionamos y le hacemos creer que la solución de esa angustia se hallará en el triunfo social, que suele ser la negación de la propia vida humana.
Cuando el gobierno se encuentra al servicio de una clase y no al propio estado deja de haber un estado creador y esa forma de gobierno generalmente siempre será combatido a lo largo por su propia gente. De igual forma, sucede con la pareja si alguno de ellos está al servicio de su propios intereses; no habrá pareja y no habrá tampoco sociedad. De allï la importancia de los dos, tanto de ese primer eslabón que es la pareja como el de un todo que es la sociedad y las luchas perennes de ambos con sus propias contradicciones.
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