jueves, 29 de octubre de 2009

Los Depredadores Por Carlos Vicente Torrealba. ÜMF

Mas que ver, proyectamos, somos como una linterna
en nuestra propia oscuridad


Esperar y esperando, atrapado, encerrado, confinado y libres a la vez, rodeado de un gran murmullo que nos hace andar en silencio acompañado de esa voz característica femenina que a través de los parlantes y en cualquier idioma jamás se entiende, eso es un aeropuerto y mas como el de Baraja en Madrid, gente que va y viene cargados de ilusiones de nostalgias, de cosas realizadas y por realizar, un aeropuerto vivo de amores y desamores, de ilusiones y de deserciones, tanta gente y una sola humanidad, buscándose y tan pocos hallándose, aunque todos andamos en los laberintos particulares de cada ser en especial donde se busca mitigar la sed de nuestra hecho connatural.

Mientras esperaba para embarcar en el vuelo que nos traería a Caracas, revisaba en una tienda unos libros y tropecé con una joven señoras que afortunadamente se le callo su boleto y se lo recogí, justo delante de sus sandalias verdes que eran como el marco de un bello cuadro donde esos hermosos pies parecían una fina porcelana, ella una mujer de mirada profunda de ojos claros como la miel, y una sutil sonrisa, tan solo una palabra “gracias” demostraba que el aeropuerto aunque lleno de gente no estaba ya tan solo.

Al rato embarcamos en el avión, y justamente me toco ella como compañera de vuelo, un vuelo largo o quizás tan corto para conocer a ese ser que demostraba una gran seguridad en si, pero tan segura que indicaba que su alma llevaba una angustia. Como a la media de hora de vuelo empezamos un agradable dialogo que se inicio por lo mas frívolo, pasamos luego por el clima hasta llegar a donde las palabras abren ventanas hacia dentro de nuestra propias emociones, ella una agradable española que tenia ya varios años viviendo en mi país, y aún estaba confundida por nuestra forma de ser, y es lógico desde que nos encontramos ambos mundos tan solo ellos nos vieron y construyeron como su propia visión intelectual europea, a tal punto que aún no tenemos nuestro propio nombre, somos latinoamericanos, amerindio, iberoamericanos, etc. pero a la vez no somos nada de eso, somos una mezcla de todo que nos hace ser un nada muy especial somos seres que no vemos, mas bien proyectamos, es que somos como linternas de pasiones de encuentro y desencuentro, de héroes de barros con batallas que no existieron y grandezas pequeñas, de países muy pobres que no saben que hacer con su riqueza y cargamos una pasada cruz de miseria por superar, quizás la mayor de ella es la miseria humana.

Ella me dijo que en mi país los hombres solían ser como depredadores, que ella temía siempre a relacionarse con ellos, ya que su ultima experiencia luego de una separación temporal con su pareja, tuvo en ese tiempo una relación que la envolvió como una anaconda, la afición, la exploto y ahora le genera un gran chantaje emocional, yo la vi técnicamente le realice un escaneo desde sus bellos pies hasta su sutil cabellera tan hermosa como la noche sin luna, tome un poco de aire extra y le dije en mi país hay pocos depredadores ya que los depredadores como los lobos forman estrategias, seleccionan sus presas, para ese proceso complejo hay que tener tiempo y un andamiaje conceptual del propio ataque, no en mi país no hay lobos, y los depredadores con esas características son muy escasos, pero si hay carroñeros y oportunistas como el zorro, la rata, o el zamuro: los carroñeros no selecciona presas mas bien se topan con ellas, las huelen se aprovechan de sus debilidades la utilizan para saciar su hambre y luego la evacuan, sea esta presa de cualquier sexo sucede por igual.

Lo que usted le paso amiga es que busco lo que no estaba ahí en tu corazón, se dejo llevar por su propia soledad y pensó en su propia aventura, jamás imagino las consecuencias, aunque vivir posee ese riesgo extraordinario que nos da eso fascinante llamado experiencia y es que si conociéramos nuestro futuro ya no existiría éste y sería horrible vivir sin futuro que es a la vez nuestra mayor incógnita. Afrontar la verdad de nosotros mismos es el gran reto no la verdad de otros, lo único que le puedo decir es que siempre amé intensamente contra la posibilidad o la evidencia, pero amé, si fueron diez minutos o un año, una hora o toda una vida amé, ese es el antídoto contra los carroñeros no soportan el amor se vuelven como locos ante él, ya que ellos no lo pueden dar.

Ella me observo sonrió y me dijo, vine a mi tierra para conseguir una repuesta y no la encontré lo curioso es que usted me la a dado justo antes de aterrizar en mi propia realidad.

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