sábado, 17 de agosto de 2013

La Voz

Por Carlos Vicente Torrealba carlosvicentetorrealba@gmail.com Twitter: @cartorrealba
Hace muchos años en una tarde de verano, mi abuela materna nos decía que: “el lenguaje nos habla y esa voz al final siempre expresa lo que hay en el fondo del alma, aunque algunos la lleven por los vericuetos,”. Así era mi abuela, una mujer muy de detalles que sabia escuchar, hablaba poco pero cuando hablaba sus cortas frases eran toda una enseñanza, quizás porque había vivido mucho o tal vez porque aprendió observando a las personas de un país que lentamente se venía degenerando como la semillas del maíz salvaje. Los que hemos seguido el acontecer político de nuestro país y no con el morbo de un adolescente ante su primera experiencia de amor, quizás más bien con la mirada angustiada de la impotencia que se siente cuando se contempla a un amigo o familiar moribundo y es que ver el más reciente debate de la AN fue justamente la apoteosis del verbo hecho excreción. Jamás me imaginé que se defendiera algo siendo precisamente lo que se pretende escarmentar; nunca me imaginé que la torpeza intelectual, moral e ideológica pudiera ser tan delirante y tan fofa a la vez. Parece que los venezolanos hubiéramos nacido en varios países a la vez, pero todos en un mismo lugar. Cada vez estoy más convencido que no tengo nada que ver con personas como los que están en la AN: ni me siento representado por Carreño menos por Julio Borges. Uno por cloaca y el otro por fofo. Debe sonar algo raro que alguien como yo, que ha apoyado los cambios positivos del gobierno de Chávez y las propias buenas intenciones de Maduro esté convencido que el mayor enemigo del gobierno no es la actual oposición, mas bien en los eunucos e inmorales del propio gobierno y sobre todo de ese grupúsculo de “sesudos” lideres, que su único aval es haber sido unas focas parasitarias de una movimiento que generó un proyecto político que han llamado socialismo, pero con dirigentes en Hummer. La oposición en Venezuela posee un grave problema: no posee la imaginación, ni los hombres suficientes para hacer una política de oposición, son como buzos de profundidad sin escafandras; son políticos sin políticas. Como esos caballos bonitos pero que no pueden ser padrotes por que están castrados y el gobierno como que le está siguiendo los pasos, pero más grosero y torpes. El pueblo cada día está más asqueado de todo esto; lo peligroso es que se busque una tercera voz.

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