jueves, 2 de agosto de 2012

La Agonía

carlosvicentetorrealba@gmail.com Twitter: @cartorrealba El por qué de las obras de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) representan un problema de movilidad en Caracas y una negación de los conceptos más simples de urbanismo. Hasta ahora hemos vividos o tratado de surgir generando sistemas paralelos, evadiendo para no solucionar en el fondo los sistemas primarios como la salud, la alimentación y en fin casi todo. Pero construir una ciudad sobre otra ciudad, imponiendo la teoría del rancho ha traído la mayor anarquía urbana donde el ciudadano ha dejado de ser definitivamente ciudadano, para convertirse en un simple ente en una ciudad que no se construye y constituye a si misma, sino más bien se degrada a un simple burgo medieval pero bien grandota. En Venezuela el ser humano, su espacio, su entorno es siempre el resultado de la improvisación de esos funcionarios públicos donde su vivismo criollo posee frases rimbombantes sacadas de los textos académicos, pero que en el fondo posee los acentos de los negocios solapados, mezquinos que se nutren de la más profunda miseria humana y desde luego abonados por la más cruenta ignorancia de lo propio al humano, de ahí que se confirma que la especialidad sólo puede proceder del desarrollo activo de la inteligencia, cosa que los urbanistas y arquitectos de esta aberración han sentenciado que en Venezuela y sobretodo en Caracas, el urbanismo y la arquitectura ha muerto. Al parecer los urbanistas de la GMVV no han entendido que un espacio práctico solo puede considerarse como la reproducción más fiel posible de un espacio natural. ¿Qué entenderán ellos por espacio natural?: acaso será el caos o el infierno, la anarquía, el embotellamiento, lo estático, lo invivible, lo sufrible y la continua negación de la propia humanidad. Caracas es una ciudad que se constituyó de sus propias cenizas, cuando no era un terremoto que la tumbaba; era un gobernante que podía desarrollar sus manías como Guzmán Blanco, que la afrancesó o Gómez que la dividió por clases sociales o Pérez Jiménez que la modernizó o la cuarta que la dejó a la deriva o ahora que la ranchificamos para igualar la miseria. Lo cierto es que la Caracas de los techos rojos y la sucursal del cielo es hoy un rancho del siglo XXI, donde su espacio se negó, donde su historia se modificó y donde lo humano se extinguió para darle paso a la más aberrante agonía.

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