jueves, 23 de agosto de 2012
Al Suelo
Al Suelo
Por Carlos Vicente Torrealba
carlosvicentetorrealba@gmail.com
Twitter :@cartorrealba
Cuando un político pierde la imaginación es grave, pero cuando pierde la credibilidad es la verdadera derrota, y más si él mismo ha contribuido a tal fin.
Nuestra historia republicana es muy rica, no solo en grandes hazañas también en gravísimos errores de su protagonistas, donde estos sucumbieron a la oligarquía que es un ente abstracto pero que utiliza las herramientas del halago, la lisonja y adulación para debilitar a su nuevo amo temporal, cuestión que ellos si tienen muy clara, ya que se han paseado generalmente por todos los partidos, las ideologías y los colores como simples parásitos del poder y conocen muy bien las debilidades y la miseria humana.
Para algunos, la historia puede ser narraciones de acontecimientos que nunca sucedieron, narradas por gente que no estuvo ahí. Para otros es la mejor referencia para no cometer los mismos errores, pero la realidad es que el ser humano es cíclico y repite las mismas historias con hechos similares pero con actores diferentes.
Don Francisco de Miranda cometió un error, perdonar a los parásitos que lo adulaban, tan sólo por no conocer exactamente la forma de ser de aquellos que trataban de liberar, ya que él era un extranjero su propia tierra. Mientras que Guzmán Blanco, se dio tardíamente cuentan que las manos que lo aplaudían, fueron las mismas que lo vapulearon cuando ya no estaba en el poder. A Joaquín Crespo lo mató su ego, el no pudo con las alabanzas de sus más cercanos, hasta terminar creyendo que era el Atila inmortal que le hicieron creer, hasta que una bala le segó la vida. El más patético quizás fue Cipriano Castro que de un buen jefe, término prostituido por sus más cercanos aduladores.
La democracia en Venezuela esa que le llaman la cuarta republica se comió a sus mismos hijos es increíble que un presidente como Caldera que había preparado a dos generaciones de hombres talentosos, fuera su propia verdugo. Los adecos acabaron con sus líderes: los traicionaron, lo vilipendiaron y se vistieron de rojo para seguir no la conquista del poder, sino de los recursos del estado. Es que ellos siempre han confundido el erario con el peculio.
La Venezuela de hoy no quiere aprender, ni siquiera de las propias palabras del libertador cuando este en una bella carta señala: “los pueblos son como los niños, tiran al suelo las cosas por las que antes han llorado”. ¡La Venezuela de hoy está en tí!.
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